lunes, 30 de agosto de 2010

Pura Laura


Laura es la madrugada del 3 de febrero de 1994. La indecisión,la independencia y la espontaneidad en persona. El bivalvo que se abre con paciencia y no muestra la perla fácilmente. La brisa marina. La frialdad de noviembre. La sencillez de una letra y la complejidad de una frase. La locura del dadaísmo y la fuerza del futurismo. La ausencia en periodos indefinidos cuando la acecha el miedo y los problemas. La nostalgia y una caja de recuerdos. La sonrisa cómplice. La delicadeza de una pluma.
La valentía delante del campo de batalla, que es el papel. El escalofrío que recorre un cuerpo al escuchar los acordes perfectos. El orgullo y el rencor sin piedad alguna. La oreja que escucha y el cerebro que aprende. La que acaba andando por el sendero sin zapatos sabiendo que se clavará las piedras de éste. La que sana sus propias heridas e intenta sanar las de los demás. La que observa y ama los pequeños detalles. La que dice hasta luego y no adiós. La lágrima fácil. La que discute por cualquier cosa. La que se queja. La que abraza y besa con motivos. La negada al baile. La que cuando calla, otorga. La que sueña con los pies en el suelo. La que se ríe de su barriga. La tozudería en estado puro. La que te necesita siempre y no te lo dice.
Laura es la pregunta sin respuesta, por ahora.

domingo, 22 de agosto de 2010

Ola viene, ola va... hasta el año que viene.

Siete días. Siete días en los que he reflexionado, quizás demasiado. Pero he llegado a una conclusión bastante sustancial para poder seguir con mi vida y forjarme un futuro consiguiendo todo lo que me propongo. Lo que quiero decir es que muchas nos obcecamos de tal forma en algo que dejamos de ver los pequeños detalles, esos que muchas veces le dan tres vueltas a lo demás. La semana pasada lo que le dio tres vueltas a lo demás sin duda fue la sensación de libertad que corría por mi cuerpo. Ratos sentada en una orilla de la Costa Brava, un horizonte lleno de veleros y unas olas que me salpicaban a su antojo.Tener los dedos arrugados como pasas por el agua. Susurros de Quique González debajo de un sol cegador y una brisita marina. Atardeceres entre crucigramas y risas. Sonrisas y salpicaduras con desconocidos que te alegran el día. Largos paseos nocturnos en un paseo marítimo que te helaban los dedos de los pies. Suspiros y bostezos entre briscas, remigios y dados dando como resultado grandes derrotas. Despertarse entre risas y risas de los niños que juegan fuera. Descubrir un nuevo sabor de helado que entre cucharada y cucharada te va arrebatando.
¿Y con todo esto qué hago ahora? Aguantar hasta las próximas vacaciones e ir mentalizándome de que en quince días comienza de nuevo la rutina.