martes, 31 de mayo de 2011

Y no te quiero tanto.


Y es que a estas alturas poco me sorprende. Dejaron de hacerlo aquellos destellos de luz que abrasaban mi retina cuando se me llena la cabeza de recuerdos.
Aunque no lo reconozcas, tú has cambiado y yo también. ¿Qué fue de nosotros, de ti? ¿qué ha sido de mí?
Hace algún tiempo que yo dejé de zurcir lo retales de nuestro pasado, aquél en el que éramos invencibles. He salido del bucle en el que nos encontrábamos y ahora vivo a contracorriente: cuando remuevo el café y llega al punto de centrifugación cambio el sentido del giro. Aprendí a bailar con más soltura y a callar según qué para no dañar a los demás. Camino hacia cualquier otra parte sin saber qué decir ni qué hacer, pero aun así he aprendido a sentirme bien y satisfecho con poco, con detalles que tú dejaste de valorar. Encontré todas tus llamadas desesperadas y perdidas entre nuestras fotos. Filtreo con otras chicas cuando tengo la ocasión y beso la nicotina de vez en cuando. Olvidé el numero de lunares que forman tu espalda y tu numero de teléfono.
Por otro lado, hay cosas que no han cambiado tanto: tengo el mismo politono y la misma mala cara cuando el despertador suena a las siete.
Hace mucho desde la última vez que nos vimos. Las dudas fueron desapareciendo hasta dejar de confundir la realidad con el deseo. Y está bien así.
Seguramente, cuando hayas desaparecido de los mapas intuirás que nadie tenía la culpa de nada y ya será demasiado tarde.

Impregnadísima de Ismael Serrano y Andrés Suárez, ahora mis únicos compañeros de viaje.

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