jueves, 10 de octubre de 2013

1989

Las lunas de enero los enamoraron,
decidiendo hacer caso al amor y a sus entrañas.
Brindaron por el reproche ajeno,
por palabras que duelen más que los golpes,
por todos aquellos dedos que sentenciaban,
elogiando aquello que hoy le llaman vida y libertad.
Aprendieron que hay que aguantar las tempestades
porque, al final, vale la pena.
Que el amor es una constante
y se debe andar de frente.
Fluye en mi sangre que ellos son aves y son viento,
son furia y son llanto.
Son infinito y  son coraje.
Son la única constante de mi república,
de mi aventura, mis alfareros, mis centinelas
y el viento de mi vela.

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