El otoño ya empieza a coger sitio en mi armario descaradamente, pero sí, para qué negarlo, me encanta. Esa sensación de frío matutino es única igual que mis sudaderas de tres tallas más.
Mis suspiros y agobios augmentan al ritmo que las temperaturas descienden. Una nueva etapa de mi vida me oprime el reflexionar y mis días se comprimen tanto que no tengo noción de su paso, haciendo desaparecer de mi vida el reloj.
¿Dónde han quedado mis días de lectura? ¿Y mis días de reflexión en el terrado de mi casa mientras escucho buena música? Todo eso ha desaparecido incluso de mi cabeza. Sí, ahora lo ocupan asignaturas rebuscadas como ciencias del mundo contemporáneo.
Sumado a ello están los cambios, esos que tanto me gusta leer y soñar y que luego a la hora de aplicarlos frunzo la frente y me cierro en banda. Necesito hacer un reset que empiece desde el siete de septiembre hasta el miércoles que viene, el momento en el que me darán las primeras(pésimas) notas.
Es cierto eso que dicen que cuando eres pequeño quieres crecer, pero cuando creces quieres volver a esos tiernos recuerdos. Parezco una abuela en este caso escribiendo, pero es así. Ahora daría lo que fuese por volver al 2006, cuando empecé el instituto y darme consejos como Pepito Grillo para disfrutar más esa bonita etapa. Supongo que crecer me da miedo, por las responsabilidades y todo lo que conlleva.
Ahora dadas las circunstancias me limito a sobrevivir añorando lo que hacía antes,
que era vivir.
¿Navidad, puedes adelantarte? Gracias.