domingo, 22 de agosto de 2010

Ola viene, ola va... hasta el año que viene.

Siete días. Siete días en los que he reflexionado, quizás demasiado. Pero he llegado a una conclusión bastante sustancial para poder seguir con mi vida y forjarme un futuro consiguiendo todo lo que me propongo. Lo que quiero decir es que muchas nos obcecamos de tal forma en algo que dejamos de ver los pequeños detalles, esos que muchas veces le dan tres vueltas a lo demás. La semana pasada lo que le dio tres vueltas a lo demás sin duda fue la sensación de libertad que corría por mi cuerpo. Ratos sentada en una orilla de la Costa Brava, un horizonte lleno de veleros y unas olas que me salpicaban a su antojo.Tener los dedos arrugados como pasas por el agua. Susurros de Quique González debajo de un sol cegador y una brisita marina. Atardeceres entre crucigramas y risas. Sonrisas y salpicaduras con desconocidos que te alegran el día. Largos paseos nocturnos en un paseo marítimo que te helaban los dedos de los pies. Suspiros y bostezos entre briscas, remigios y dados dando como resultado grandes derrotas. Despertarse entre risas y risas de los niños que juegan fuera. Descubrir un nuevo sabor de helado que entre cucharada y cucharada te va arrebatando.
¿Y con todo esto qué hago ahora? Aguantar hasta las próximas vacaciones e ir mentalizándome de que en quince días comienza de nuevo la rutina.

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