sábado, 19 de noviembre de 2011

"Fumar perjudica gravemente el corazón."

Los domingos por la mañana suelo acompañar a mi padre al estanco. Siempre me gustó el olor que desprenden cientos de cajetillas de cigarrillos de mil estilos y procedencias diferentes y sobretodo lo simpática que es la muchacha que se halla tras el mostrador. Cada pitillo que vende supone toses matutinas, probabilidades altas de padecer enfermedades cardiovasculares, algún caso que otro de impotencia sexual y la seguridad de la vendedor porque sabe que esos cinco euros de puchos irán seguidos de otros cinco pues el que compra una vez, volverá a por más.

Ponerse uno de esos entre los labios es más bien un riesgo. A pesar de ello, un gran sector de la sociedad abre una cajetilla de cartón, selecciona uno al azar, se mete la mano en el bolsillo en busca del mechero y se dispone a encenderse un cigarro que llene los pulmones de tabaco, nicotina, monóxido de carbono, alquitrán y un sinfín de oxidantes e irritantes.

Y es que si te paras a pensar, el amor tiene unas características similares: cuando uno se enamora llega a sentir una dependencia parecida a la del tabaco. La primera experiencia suele dejarte un mal sabor de boca y rasga tu ser, pero a pesar de ello vuelves a caer en la tentación de probarlo una y otra vez olvidando todos los malos tragos que te pudo suponer. Llega un punto en el que surge una dependencia por esa persona que te hace creer que el mundo se reduce en un solo ser. Si falta, la ansiedad impuesta por Winston Cupido entra en el terreno de juego con la finalidad de marcarse unos tantos en el marcador personal.

Luego, por otro lado, están aquellos que le ganaron la partida a este mismísimo hijo de Lucifer mediante un sinfín de parches de nicotina, medicinas paliativas de la camarera de abajo y manuales para kamikazes enamorados. A pesar de todo ello, cuando se encuentran ante una máquina expendedora y en sus bolsillos suenan tres monedas la tentación hace acto de presencia.

- Doctor, dejado de fumar: mi mujer se ha largado de casa sin intenciones de volver y el estanco más cercano a mi casa ha cerrado. ¿Qué sentido tiene ahora mi vida? Dígamelo usted.

1 comentario:

  1. Además, cada vez es más difícil que alguien te invite a fumar. Al final, perseverando supongo, se puede fumar tranquilo mientras paseas, cenas o en la cama ;)!

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