Siempre me habían gustado las estaciones y todo lo que conllevan. La gente que las pisan suele pronunciar lo de “llámame cuando llegues” aunque luego entre cansancios, estrés y momentos varios pocos lo cumplen(imos).
Las estaciones huelen a ausencias, a lágrimas, a almas rotas, a esperanzas de volverse a ver, a vidas nuevas lejos de un billete de ida.
Otra gente, mientrastanto, se resguardan del frío de una despedida e intentan coser las heridas que provocan los mensajes de última hora, los de "Tren X con destino A está a punto de partir".
Y es cuando las prisas les pisan los talones a los individuos: las últimas palabras cortan como el cristal, otras unen sentimientos y los besos más tiernos y sinceros saben amargos.
Los que más me gusta de las estaciones es que olvidan el momento en el que te vas y a veces esperan a que vuelvas.
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