martes, 20 de agosto de 2013

La Bárbara

Me volvió el corazón a su sitio cuando vi a La Melgarcita detrás de su coche. Nunca supe que media hora de trayecto diera para tanto: recordé todo aquello que había sucedido durante los días que yo me montaba en ella, cuando compartíamos paseos en  las noches despejadas y frescas de Barcelona. Abrígate, Pliego, me decía.
Sonreí cuando recordé el sonido de los cascos chocar, cuando la volví a escuchar arrancar.
La Melgarcita, Luis y los viajes en ella eran un indicativo de que las cosas estaban yendo bien. De sentirme bien conmigo misma y con él, claro.

Esa misma sensación volvió la noche del lunes, cuando mi corazón volvió a estar en su sitio. Luis ya no era quien llevaba la misma moto, pero yo sí que era quien se montaba detrás de La Bárbara. Enric era quien llevaba la moto en la que me subí por primera  vez, la moto en la que pasé miedo, cerré etapas y abrí otras mucho más bonitas. Y me gustó mucho.
Agradezco, en definitiva, poder volver a agarrarme a una barriga, volver a sentir la colonia del conductor. Poder sentir eso de la libertad absoluta. De subir en uno de los sitios de mi recreo preferidos.


¡Con La Barbarita, hasta el infinito y más allá!


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